Este día es de dar gracias a Dios, de celebrar en la Gracia de Dios como un regalo nuestra Espiritualidad de la Preciosa Sangre. Hoy día debemos tener en nuestras oraciones y en el recuerdo tantas personas que han ido construyendo este hermoso legado de misión en ir construyendo una mejor sociedad e ir construyendo el Reino de Dios. Una flor al cielo a nuestra Hermana Fundadora. Una flor al cielo a las hermanas que siguieron con este sueño, este legado y que ya han partido al encuentro con el Padre.
Hoy estamos de fiesta, gozosos en la alegría, como así le gusta a Dios. Celebramos ciento treinta y seis años de vida. Una historia marcada por esfuerzo, sacrificio y de fe por aquellas que la han ido escribiendo. Al decir que “Somos Preciosa Sangre”, nos remonta a la extraordinaria historia de amor por parte de un hombre en la Cruz. Esta herencia de entrega, servicio, y misión en la Iglesia es la que nuestra Congregación la hace vida en el ámbito de la salud, en el ámbito educacional y en la misión evangelizadora en nuestro país.
Ser FAMILIA de la Preciosa Sangre es mirarnos con respeto, con cariño, con gratitud con quienes compartimos nuestra vida de fe. En esta fiesta de nuestra Congregación hacemos vida más que nunca nuestra ESPIRITUALIDAD, ya que el sacrificio de Nuestro Señor Jesucristo no fue en vano, hoy día su Preciosa Sangre derramada en la Cruz, nos une y nos hace compartirla en la alegría de la vida, del gozo de seguir trabajando y misionando bajo esta hermosa Espiritualidad.
Hoy día es para mirarnos como discípulos y discípulas de la Preciosa Sangre. Sí…a eso estamos llamados, a eso estamos llamadas. Celebrar un aniversario más de nuestro Instituto, creo, también es ir asumiendo nuestra propia misión, es ir sintiéndonos parte del gran sueño de nuestra Madre Fundadora, es apropiarnos y hacer nuestra esta hermosa Espiritualidad.
Elevamos nuestra oración a Dios, por las hermanas que fueron construyendo nuestra Congregación, por las que hoy día tienen la responsabilidad de llevarla en su caminar, por las hermanas que están pasando por la enfermedad, por aquellas que, desde sus apostolados se entregan a la misión encomendada. Por los laicos, hombres y mujeres que somos parte de esta gran familia. Gracias a Dios por tantas bendiciones en estos ciento treinta y seis años, y seguimos pidiendo humildemente al Señor que nos vaya haciendo mejores hombres y mujeres en este caminar de vida y fe, bajo su Preciosísima Sangre. FELICIDADES.