En este día vivimos en nuestra Iglesia, “miércoles de ceniza”, una fecha que marca el comienzo del tiempo de cuaresma. Hoy se nos invita a la oración, contemplarnos necesitados frente a Dios, preparándonos para llegar a vivir un tiempo de interioridad en la confianza de los hijos/as con el Buen Padre. El tiempo de cuaresma debe servirnos para mirarnos en nuestras luces y sombras, gracia y pecado, que sea un tiempo de real trabajo en conocernos y reconocer el amor de Dios el cual se plasmará en la misma cruz.
De alguien que podemos aprender y admirar en la oración en el contemplar al Señor en la cruz, es Madre María Magdalena. Desde allí va “siguiendo las huellas del Señor”, desde la cruz reconoce su amor, entrega y sacrificio amoroso por todas y todos. La Espiritualidad de la Preciosa Sangre va a plasmar desde el ver, juzgar y actuar el grito de la Sangre en la vida y en el dolor. El caminar de Madre María Magdalena siguiendo las huellas del Señor, la va a llevar a vivir la oración en su quehacer cotidiano. Hacía de su vida un caminar orante frente a Dios y a los demás. Su amor al crucificado, la lleva a gritar el gran amor de Dios por cada uno de nosotros/as. Nos invita a caminar a su lado para de igual manera vayamos siguiendo las huellas del Señor. Ella aprendió del Señor esa confianza frente al Padre, ella aprendió del Señor hacer de los pequeños gestos de amor y misericordia, una gran oración que suba al Padre. Ella hoy nos enseña a no temerle al Buen Padre Dios en orar con confianza y con fe, dar gracias y pedir.
Este día y el tiempo de cuaresma nos invita a esto, no esperar estar en un templo o capilla frente al Santísimo para hacer de nuestra vida un caminar orante. Cuando hablamos del tiempo de cuaresma, debemos vivirlo con alegría y gozo, es un tiempo que nos invita a nuestra propia conversión. La gracia de Dios, nos invita a reconocer nuestro pecado y pequeñez frente al Padre. Pero también nos lleva a reconocer su gran amor y misericordia.
La invitación en este día es a disponer nuestros corazones para hacer un trabajo personal que va a referir en querer ser mejores, en apartarnos de todo aquello que nos aleja de Dios, en apartarnos de todo aquello que no nos deja ser felices. Este tiempo de gracia y gozo, vivámoslo con humildad, con el sentido de aprovecharlo para poder ser grandes discípulos y discípulas en la misión de nuestra Iglesia. Desde nuestra Espiritualidad hagamos de este tiempo, un caminar de oración, pero a la vez también haciendo que esta oración se transforme en obras de amor y de misericordia frente a nosotros mismos/as, a los demás y frente a Dios.