En el Evangelio según San Mateo, nos gozamos con este pasaje en el que el Señor entra en Jerusalén y es recibido como Rey. En este Año Jubilar, la Iglesia nos invita a vivir nuestra vida cristiana como peregrinos de esperanza, con humildad y con la certeza de la misericordia de Dios.
Este Domingo de Ramos reconocemos en Jesús al Salvador, al que viene del Padre y nos conduce hacia Él. A nivel congregacional, este año caminamos bajo el lema: “Nuestro Templo: lugar de esperanza en la Sangre de Cristo”. El Templo de la Preciosa Sangre, en Santiago, nos recuerda que en la Sangre de Cristo encontramos el amor infinito de un hermano, un amigo, un Padre.
Así como en tiempos de Jesús, el pueblo extendía sus mantos y gritaba “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”, también nosotros estamos llamados cada día a reconocer la entrada del Señor en nuestra propia Jerusalén, en nuestra vida, y en la de quienes nos rodean.
Reconocer a Jesús como nuestro Rey es vivir con esperanza: la esperanza de sabernos amados, la esperanza de su misericordia, la esperanza de dejarnos transformar. Su entrada en Jerusalén es el inicio del camino hacia el cumplimiento de la voluntad del Padre, hacia lo que anunciaban las Escrituras sobre el Salvador.
Desde nuestra espiritualidad de la Preciosa Sangre, esta Semana Santa se nos invita a vivir estos días con un corazón abierto, atentos al amor de Jesús por su Padre y por cada uno de nosotros. Aunque nuestras rutinas sean exigentes, regalémosle al Señor un espacio para caminar con Él, escuchemos su Palabra, dejémonos tocar por su presencia.
Aprendamos a ser peregrinos de esperanza, acogiendo al Señor en nuestro corazón como verdaderos anfitriones. No le temamos, no le tengamos vergüenza: Él mismo prepara nuestro interior para recibirlo.
Esta Semana Santa, el Señor solo nos pide que lo hagamos parte de nuestro peregrinar y lo proclamemos, como lo hicieron en su tiempo:
“Ven y quédate con nosotros, porque eres bendito, porque vienes en el nombre del Señor.”
Nuestra espiritualidad se hará presente en la proclamación de los sencillos que lo reciben, en su pasión y muerte, y se gozará con fuerza en su resurrección.