En este día celebramos, oramos y nos dejamos acompañar por San Gaspar del Búfalo, “Apóstol de la Sangre de Cristo”. A través de la figura de San Gaspar, nos regocijamos en nuestra espiritualidad, pues este sacerdote, al observar las necesidades sociales y eclesiales de su tiempo, escuchó el llamado de la Sangre de Cristo. En respuesta a este llamado, abrazó al Señor crucificado, fortaleciéndose en su Sangre Preciosa para predicar la Palabra de Dios y lanzarse a la misión, cuyo fruto sería la Congregación de los Misioneros de la Preciosa Sangre.

Desde la vida y obra de San Gaspar, recibimos el don de la Sangre que nos redime y bendice. A través de sus palabras, muchos descubrieron que el crucificado nos ama sobre todas las cosas, y ese amor se manifiesta en el signo visible de su Sangre. Para muchos es difícil entender cómo ese sacrificio puede llamarse amor, pero no hay amor más grande que el que da la vida por los demás. La cruz, en ese sentido, transforma la muerte en vida, la vida que nos salva y nos reconcilia con el Padre Bueno.

Contemplando la figura de San Gaspar, también miramos a Madre María Magdalena Guerrero, quien en su vida religiosa acompañó al crucificado desde la cruz. Sin duda, hombres y mujeres como ellos, enamorados de Cristo y su Palabra, son un regalo para la misión de la Iglesia y para su tiempo. Aportaron desde su espiritualidad a la construcción de una sociedad mejor.

La historia de la Iglesia nos ha dejado grandes ejemplos a seguir, hombres y mujeres valientes que, guiados por sus valores, anunciaron la Palabra de Dios. Nos invitan a descubrir, a través de la fe, cómo podemos ser luz en medio de las tinieblas y necesidades de nuestro propio tiempo. Estamos llamados a ser como ellos: desde nuestra vida, con sus luces y sombras, podemos convertirnos en “Apóstoles de la Sangre de Cristo”. Podemos ser otros Gaspar del Búfalo, otras María Magdalena Guerrero. Ellos interceden ante Dios por nosotros, por la misión que comenzaron y que otros, recogiendo su legado, han continuado.

Cada celebración de los santos de nuestra Iglesia debe ser motivo de alegría. Debemos sentirnos orgullosos de estos hombres y mujeres que nos muestran el camino al Padre Bueno. Hoy, creemos que San Gaspar y Madre María Magdalena se gozan en la presencia del Señor, compartiendo su Cuerpo y su Sangre, acompañados por Aquel que les dio la fuerza y los enamoró desde la cruz, ahora en la plenitud de su resurrección y amorosa compañía.

Sangre de Cristo ¡Bendícenos!