Iniciamos este triduo en el marco de la Pascua de nuestra fundadora, Madre María Magdalena Guerrero Larraín. Durante estos tres días, la recordaremos, oraremos junto a ella y pediremos su intercesión ante Dios. Desde el corazón de la Congregación Preciosa Sangre, nos unimos en alegría a lo que nos comparten sus hermanas sobre la Madre María Magdalena.

La Hermana Anabella Parra, desde el Colegio Niño Jesús de Praga en Rancagua, responde a la pregunta: ¿Qué admiras de Madre María Magdalena? ¿Qué te ha inspirado de ella en tu vida religiosa? Nos comparte: “Hay tres actitudes de su vida que destaco: 1. Ser una Mujer de Oración: reflejada en sus pensamientos y reflexiones. 2. Ser una Mujer Visionaria: al redactar las primeras Constituciones, dejando huella en lo que deseaba para esta nueva Congregación en la Iglesia. 3. Su Anonadamiento: al morir a sí misma para que prosperara una Congregación con una espiritualidad y sello impactante para la sociedad.”

Lo que nos comparte la Hermana Anabella nos ayuda a profundizar en la vida de una religiosa que, en el amor de Dios, supo vivir su fe con la confianza y humildad de los hijos de Dios. Estas actitudes podemos incorporarlas en nuestra propia vida.

¿Qué lugar ocupa la oración en nuestro día a día? Puede que sea constante, ocasional, o solo recurramos a ella en momentos de aflicción. La oración es un diálogo abierto con Dios, un regalo de gracia y amor que debe estar presente con confianza, sin temor a agradecer y pedir por nuestras necesidades.

¿Cómo podemos ser visionarios en la fe? Hoy, ser valientes significa defender los valores cristianos, enseñando a las nuevas generaciones a vivir con una mirada más humana frente a las diversas situaciones cotidianas.

¿Cómo me anonado para que otros crezcan? Viviendo con humildad, sirviendo con alegría y poniendo nuestros dones al servicio de los demás. Sigamos el ejemplo de Madre María Magdalena en nuestra vida de fe, aprendiendo de ella a reconocer el sacrificio de Cristo en la cruz, un sacrificio hecho por amor. Así, con su legado y su mirada visionaria, pidamos a nuestro Amado desde la Cruz por la conversión de los demás, bajo la bendición de su Preciosa Sangre.

En este segundo día de oración y reflexión sobre Madre María Magdalena, la Hermana Ana María González, quien trabaja en el ámbito pastoral del Colegio Preciosa Sangre de Purranque, responde a la pregunta: ¿Cuánto ha influido en tu vida religiosa la figura y el legado de Madre María Magdalena? Ella comparte: “Ha influido mucho en mi vida religiosa. Veo en ella a una persona agradecida, con convicción y fidelidad a su Señor, viviendo con sencillez y una profunda vida de oración, al servicio de los demás.”

La Hermana Ana María nos lleva a admirar la cercanía e intimidad con Dios que se manifiesta en la vida religiosa de Madre María Magdalena y en su servicio a los demás. La fidelidad a Dios es una entrega generosa y voluntaria, que nos invita a caminar siempre junto al Señor. Vivir con sencillez y una profunda vida de oración nos permite sintonizar con Dios.

Reflexionemos sobre nuestra vida en relación con esto. ¿De qué manera somos agradecidos? La vida del cristiano debe estar marcada por un profundo agradecimiento: por la vida, por lo que somos y lo que tenemos. ¿Es nuestro actuar coherente con lo que predicamos? Este es un gran desafío para nuestra vida.

¿Cómo predicamos con nuestros actos? ¿Cómo demostramos ser católicos activos? Aunque en nuestra vida está presente la gracia de Dios, también lo está el pecado cuando nos alejamos de Él, lo que a veces nos lleva a la contradicción de predicar sobre el amor de Dios y a los demás, pero quedarnos solo en palabras.

Desde nuestra Espiritualidad de la Preciosa Sangre, encontramos el mayor acto de convicción: la entrega amorosa en la cruz. Hermana María Magdalena Guerrero descubrió en su vida la convicción de caminar al lado del Padre. Si creemos con convicción que la Preciosa Sangre de nuestro Señor nos redime y nos llena de amor, llevemos este amor a nuestra vida y compartámoslo con los demás. Que nuestro actuar sea testimonio de ese amor divino, tal como lo reconocen las religiosas de la Preciosa Sangre en Madre María Magdalena. Pidamos humildemente que ella nos enseñe a ser fieles y agradecidos ante el Señor, viviendo nuestra vida de oración con total confianza en el Padre que siempre nos escucha y acoge.

En este tercer día de oración en torno a Madre María Magdalena, nos unimos a las hermanas Eliana Oyarzún y Rosario Valdés, desde la casa de misión en Mulchén. Ellas responden a la pregunta: ¿Qué les motiva de Madre María Magdalena en su vida religiosa y en la vida de congregación? Comparten: “Mujer de oración, valiente, virtuosa, servicial, cariñosa con sus hermanas, preocupada por la formación cristiana, observante y respetuosa de la autoridad eclesiástica. De acuerdo a su legado en nuestra Iglesia y en sus pensamientos, nos preguntamos: ¿Cómo nos orientaría hoy Madre para enfrentar la realidad de nuestra sociedad y el sentido de familia? Sentimos que nuestro servicio debe ser: asiduas en la oración con sencillez, reconocer las necesidades de los demás con humildad y formación permanente.”

Es importante tener referentes en nuestra vida de fe. Aunque Jesús es el gran modelo, es hermoso admirar a personas que, aunque imperfectas, son ejemplos a seguir.

Reflexionemos: ¿Qué tan valientes somos al defender los valores cristianos? ¿Qué tan cariñosos somos con los demás? ¿Tiene Dios un lugar en nuestra familia? ¿Está presente en la mesa de nuestro hogar? Estas son preguntas fundamentales en la vida actual.

Ser valientes no significa gritar más fuerte, sino vivir en humildad, confiando en Dios. Una sonrisa o un gesto de cariño puede valer más que mil palabras, mostrando a Dios a través de nuestra vida. Nuestra Espiritualidad de la Preciosa Sangre nos llama a ser cristianos alegres, viviendo la resurrección y el triunfo de la vida.

Finalmente, pensemos en nuestras familias: ¿Cómo nuestros hogares pueden ser la primera gran escuela para nuestros niños? ¿Cómo enseñamos los valores cristianos a través de nuestro comportamiento? Hace un tiempo, la Iglesia nos invitaba a que nuestros hogares sean “una pequeña Iglesia doméstica”. Encomendémonos a Madre María Magdalena, que nos acompañe a vivir esta Espiritualidad de manera alegre, valiente y servicial.