GRACIAS, SEÑOR, POR TU PRECIOSA SANGRE 

Durante estos días, hemos reflexionado sobre lo que han compartido nuestros hermanos y hermanas que trabajan y colaboran en nuestra congregación desde sus diversos apostolados. A través de su experiencia de fe y cercanía, nos han enriquecido con sus testimonios. Nuestra congregación es rica en su espiritualidad y, sin duda, se goza con aquellos que la comparten y la viven. Tantos hombres y mujeres, a lo largo de estos años, la han hecho suya en nuestros apostolados, y el gran legado de nuestra Madre Fundadora estará siempre vivo en cada uno de ellos.

Nunca tengamos temor de hablar de Dios, nunca tengamos temor de nuestras respuestas. Estas son nuestra experiencia con Dios, y eso es algo único en la intimidad con el Padre. Ser agradecidos, valientes, dar testimonio, reconciliarnos, ser empáticos y respetuosos son actitudes y acciones que nuestros hermanos y hermanas nos han dejado en estos días de reflexión. Estas convicciones de fe son el rostro de nuestra Espiritualidad de la Preciosa Sangre. Vivir todo esto es un gran reto, hacerlo de corazón, pensando en un mundo mejor.

Aquí está la fuerza de nuestra espiritualidad, aquí es donde Madre María Magdalena descubre, desde el Crucificado, que solo con Él podemos realizarlo. Esa pasión del Señor en amar al extremo se manifiesta en nuestra espiritualidad, encarnándose en el mundo con estas actitudes que nos hacen grandes a los ojos de Dios. Durante estos años de vida, nuestra congregación, sin duda, ha sido bendecida por el Padre Bueno. En este caminar, las hermanas no han estado solas; hay tantos hombres y mujeres que las han acompañado. Esto es motivo de gratitud, ya que el caminar de la Iglesia requiere que peregrinemos como un solo pueblo, animándonos en la construcción del Reino de Dios.

Gracias por tanto cariño y compañía con aquellos y aquellas que nos hacen parte de su vida. Gracias por tantas hermanas que, en la historia, han dejado huellas en nuestra Iglesia de Chile. Ellas han ido escribiendo en la historia de la congregación el caminar misionero que un día soñó Madre María Magdalena. Tantas hermanas que, en los ámbitos de la salud, la educación y la misión evangelizadora, han vivido y viven con orgullo el ser parte de la Preciosa Sangre. Hoy, hay tantos motivos para agradecer y seguir caminando en la humildad de los hijos de Dios.

Pedimos la gracia de Dios para la gran familia de nuestra congregación, por nuestros apostolados y laicos comprometidos que nos animan en la misión. Gracias, Señor, por tu Preciosa Sangre. Gracias, Señor, por tu amistad. Gracias, Señor, por amarnos a pesar de nuestras faltas y pecados. Gracias, Señor, por ser hoy testimonio de ese madero santo en el cual un día entregaste tu vida para darnos vida. GRACIAS, SEÑOR.