Reflexión de P. Claudio Varas, Encargado formación Espiritualidad de la Preciosa Sangre.

Encontramos el sinónimo de “grito” como “sonido agudo y estridente emitido con la voz de manera fuerte o violenta”. Esto manifiesta sentimientos y emociones dependiendo de qué trata y el contexto del mismo hecho. En lo cotidiano podemos escuchar “el grito de los sin voz” “el grito de la guerra”, que va a poner en alerta un hecho que llama a ser escuchado y puesto en contingencia.

En nuestra Espiritualidad cuando hablamos del valor salvífico de la Sangre de Cristo, no podemos dejar de reconocer también aquella sangre derramada por inocentes: “la muerte como hecho doloroso”. No podemos proclamar la resurrección de Cristo, sin haberlo acompañado antes a cargar su cruz.

Hoy el grito de la sangre se escucha en tantas personas, en tantos lugares, así vemos como muchos jóvenes y adultos están inmersos en el mundo de la droga, la violencia intrafamiliar, los abusos sexuales, el abuso de poder, la apatía, la indolencia al dolor de los demás, los enfermos que mueren solos y abandonados, aquellos que duermen en las calles, las personas que no respetan la vida de otros, en fin, tantos otros hechos que podemos indicar, nos debe llevar a preguntarnos ¿Qué estamos haciendo como sociedad para mejorar? ¿Qué estamos haciendo como Iglesia ante estos hechos dolorosos? Es acá cuando se nos llama desde nuestra Espiritualidad a estar atentos a tantos gritos de la sangre que escuchamos, y no es una frase cliché dentro del mundo de la Iglesia, sino que es el día a día, es la realidad en nuestras calles, en nuestras familias, en nuestros colegios, en nuestros hospitales.

Desde nuestra vida, valores cristianos y camino de fe estamos llamados siempre a estar atentos y alerta para escuchar estos gritos de la sangre a nuestro alrededor. No podemos ser indiferentes al dolor, no podemos ser indiferentes a los demás sabiendo que podemos ir en ayuda del ellos. Nuestra Espiritualidad nos llama a ser activos cristianos y cristianas en ir construyendo y viviendo el Reino de Dios en la hermandad y mirándonos todos y todas como hijos e hijas de un mismo Padre.

SANGRE DE CRISTO, FUENTE DE JUSTICIA, SÁLVANOS